A partir de esta segunda novela de Dexter Morgan como que la serie de TV va tomando poco a poco su propio rumbo. Explorándolo desde ángulos diferentes si bien siguiendo la pauta de la obra escrita por Jeff Lindsay. Imagino que la idea es que se va adaptando más, no se si mejor, a su tipo de público. Lo bueno es que en ningún momento se aleja de la escencia del personaje por lo que si bien se trata de otras aventuras sigue tratándose de él.

Un nuevo crimen llama mucho la atención de Dexter, hay algo de sí mismo en la forma en que parece haber sido ejecutado y la forma en que encuentran al cuerpo. El Sargento Doakes es la misma opinión, aunque no la expresa en público, y entra en contacto con individuos misterios entre los que se encuentra un nuevo personaje, Kyle Chutsky.

Tras los eventos en Darkly Dreaming Dexter Doakes sospecha todavía más de Dexter, al punto que empieza a vigilarlo y seguirlo sin parar. Lo que fuerza al personaje a pasar más tiempo en su rutina de ser humano normal, con Rita, Astor y Cody. Esto no tarda en poner a nuestro anti-villano cada vez más inquieto por lo que algunas cosas empieza a salirse de su control.

Justo cuando el ahora Intranquilo Dexter cree que las cosas no pueden ir peor su hermana, Sargento Deborah Morgan, decide que la única manera de capturar al nuevo asesino es colocando a su hermano y a Doakes juntos para que cooperen y le den respuestas y pistas a ella, pronto. Lo que con cada nueva víctima se va tornando más urgente.

Obviamente que tal arreglo deja al protagonista en una situación todavía más comprometedora y peligrosa. Al punto que ni Dexter ni Doakes están seguros si pueden confiar el uno en el otro, y si les quedará algo de energía para buscar al culpable cuando están tan ocupados en controlarse de no ahorcar o golpear a su supuesto compañero.

Una vez más Jeff Lindsay se las arregla para ofrecer todo un viaje mental de las acciones y pensamientos de Dexter mientras en simultáneo toda la policia metropolitana de Miami anda tras el elusivo criminal. Claro que para el personaje se va tornando cada vez más problemático el vivir tanto en su disfraz de normalidad, al punto que le empieza a gustar su cerveza y la TV después de una cena casera bien servida.