La obra original de Dmitry Glukhovsky (2007) sirve como la base del juego del mismo nombre y es una de esas novelas cuya publicación es una historia en si misma. Empezo como un proyecto personal que fue presentado en forma gratuita como descarga, el éxito de la misma hizo que el autor tuviera la oportunidad de publicarla, lo que resulto en muy buenas ventas. Ahora, gracias al juego, la aventura de Artyom en los túneles y estaciones del metro de Moscú adquiere un alcance internacional.
Lo primero que vale nombrar es que la traducción por Natasha Randall (2009) termina siendo muy literal, carente de estilo propio, la forma en que pone las cosas se puede decir que no tiene color y a medida que avanza se puede notar que es un trabajo hecho a pedido con un notable y marcado límite de tiempo y la necesidad de sacarlo al mercado lo antes posible. El número de errores de tipeo se va incrementando al igual que el uso de palabras que no necesariamente son las correctas para lo que parece que se quiere decir. Ahora bien, cuanto del extraño estilo de la obra se debe a su original lo notaran quienes la leyeron en ruso.
Dejando de lado los problemas de traducción mucho del estilo narrativo que se puede atribuir al original es un tanto extraño, a veces lento y que se puede tornar pesado; la apenas decente traducción al inglés tampoco ayuda (sin intento de ofender a la autora, que me imagino tuvo que hacer la traducción a la rápida y sin tener el tiempo debido para corregirlo apropiadamente). La novela está basada sobre todo en diálogos y conversaciones escuchadas de paso por el personaje en sus viajes, lo que limita bastante el espectro descriptivo que tiene, a la vez que le otorga un flujo estilizado.
Metro 2033 mas que ser una obra de ciencia-ficción o una novela de aventura postapocalíptica tiene aire de documental de estudio sociológico del mundo en que vivimos y la vida en ciudades multi-culturales metropolitanas como Moscú, Nueva York o Londres. Claro que para hacerlo todo más interesante el autor se da algo de maña para crear el estado distópico (lo opuesto de útopico) en que se encuentran los sobrevivientes de un intercambio nuclear global que apenas se las arreglan para vivir en las entrañas del sistema de transporte subterráneo de Moscú.
Como todo contexto postapocalíptico no hay mucho inusual en la novela. Unos cuantos mutantes, bichos que siempre sobreviven a todo, como las ratas, y los humanos que aunque son pocos se las han arreglado para formar facciones antagonistas que tratan de imponer su visión en el resto de los sobrevivientes. Tanto así que cada estación del metro se percibe a si misma como un estado independiente, casi una nación, y por ende luchan entre si por recursos, para expandirse o para imponer ideologías religiosas, culturales o políticas a sus vecinos.
Imagino que por lo que estuvo y está viviendo la Federación Rusa los temas tocados por la novela suenan como revelación y una forma algo tergiversada de mostrar la realidad. Pero fuera de ese contexto Metro 2033 dice poco, a nada. Aún cuando se analiza las analogías que tiene con el estado de nuestro mundo en general y el de ciudades cosmopolitas de países desarrollados en particular.
No hay nada honestamente memorable de la novela, al menos no sin tener que esforzarme un poco. Esto no evita que existan algunas referencias y situaciones que no dejan de ser interesantes como que se nombra a Borges o que un grupo de rebeldes todavía rinde homenaje y sigue las "enseñanzas" de nada menos que Ernesto "Che" Guevara. Lo que si puedo imaginar es lo difícil que sería vivir en los túneles vacíos y en semi-penumbra de un sistema de metro de una gran ciudad.
Si algo vale rescatar de Metro 2033 es que el autor en algo se basa en los conceptos utilizados por los hermanos Strugatsky en su novela Roadside Picnic. Tanto así que Glukhovsky les hace homenaje al llamar Stalker a los mercenarios que se aventuran a la superficie en busca de comida, combustible y cualquier artefacto útil o vendible de una civilización que llego tan lejos que no supo hacer nada mejor que autodestruirse.
No hay mucho más que valga decir de la novela, imagino que su atractivo para tantos seguidores viene de su similitud con el mundo en que vivimos pero a una microescala y sin la posibilidad de verdaderamente escapar --sólo el metro de Moscú es habitable--; en esta misma línea maneja ideas existenciales y una visión del mundo y del ser/estar que se salen de lo que podemos denominar común, estándar o lo esperado. No dejan de quedar cabos sueltos, los que sin lugar a dudas dan paso a la siguiente novela, Metro 2034, que todavía espera traducción al inglés. Al menos el final va caer como un shock para muchos, en especial porque se sale de la norma de lo que uno espera en este tipo de novela.
Personalmente no la recomendaría a menos que se sienta curiosidad por saber más sobre el autor y la obra que da orígen al juego que lleva el mismo título. El único otro motivo sería querer explorar la forma en que Dmitry Glukhovsky ve el mundo, que podría ser inspiradora o algo extraña según las propia visión que se tenga. Como novela de un mundo postapocalíptico y la aventura de un sobreviviente en su búsqueda heroica de toque predestinada no es nada espectacular.