Si bien llegue algo tarde a la franquicia en si a través de Wing commander 4, que incluye la participación de Mark Hamill, Malcolm McDowell y John Rhys-Davies como personajes, no puedo negar que tengo muy buenos recuerdos de ella. Tanto así que en su momento cuando considere comprar Freelancer lo primero que hice es adquirir un mejor Joystick para encontrarme con la sorpresa, y en parte desilusión, de que no requería uno para jugarlo.

Wing Commander 4 sale en 1995 y probablemente está entre los últimos juegos que califican, con propiedad, como simulador de combate espacial. La saga de juegos con una atrapante dinámica de lucha entre naves además de un bien presentado contexto de ciencia ficción que incluye una película (cuya recepción no fue de la mejor) y varias novelas (que lamentablemente son difíciles de encontrar).

Considerando como se pone la categoría en cuestión no es de extrañar que un grupo de seguidores de la franquicia decidieran no tanto revivirla como rendirle un homenaje. Agrupar eventos de novelas y juegos en una aventura semi-paralela que establece el contexto en el que se llevará acabo la batalla final por la sobrevivencia de la humanidad contra los sangrientos y belicosos Kilrathi.

Es innegable que un sistema gráfico de hace una década se ve algo avejentado, raro, fuera de lugar, pero también nos demuestra que a la hora de la verdad la jugabilidad, la aventura, la acción, cuando están bien hechos, no tienen porque depender sólo de la pinta. Pasado el posible shock que la presentación visual pueda presentar nos encontramos con una aventura que bien vale vivirla.

Una de las pocas extensiones que tiene Wing Commander Saga: The Darkest Dawn, en relación a la serie, es que permite utilizar al ratón para controlar la nave, lo que si nada más evita tener que adquirir un joystick en tiempos en que su utilidad es muy, muy limitada. Ahora bien, por su naturaleza simulador tanto el mecanismo de manejo como su respuesta no son tan directos como en los productos afines de hoy, hay algo de habilidad en la fórmula lo que, al menos a mi, me parece muy bueno y ayuda a la inmersión --y, a veces, a ganar un par de canas hasta encontrar la manera apropiada de realizar las cosas.

El prólogo del juego hace las veces de tutorial en marcha, literalmente. Hay un montón de teclas que conviene ir aprendiendo porque sirven, se puede jugar sin conocerlas pero algunas de ellas ayudan a ser más eficiente en batalla. Gestión de la energía (armas, escudos, propulsión), uso de armas (cañones, misiles), transferencia de energía a los escudos (frontal, posterior, laterales). Enemigo cercano, enemigo atacándonos, enemigo atacando a lo que estamos protegiendo. Ordenes de escuadrón. Parece mucho, y quizá lo es, pero también sirve para adentrarse en el rol que tenemos, en la aventura que estamos viviendo.

No tardamos de pasar de combates contra naves pirata a enfrentar bombarderos y cazas Kilrathi. Es obvio que se llega a tener la impresión de que sólo estamos persiguiendo y eliminando oponentes, pero hay algo en toda la jugabilidad que lleva al proceso a un nivel que difícilmente se puede apreciar en un juego moderno -- casi arcade-- donde poco más y el oponente explota con sólo apuntarle --no siempre, pero bueno.

La aventura de Wing Commander Saga: The Darkest Dawn transcurre entre misiones a través de extensas notas que se leen a manera de novela, se las puede obviar, en parte porque el tipo de letra es medio raro, pero se pierde mucho del contexto. Durante las batallas tampoco faltan diálogos y conversaciones que dan ambiente, pero suelen confundirse con los sonidos de combate y las ordenes que tenemos que seguir para que la misión sea exitosa (por suerte nada que impida lograrlo).

Hasta ahora nada que valga ni merezca ser criticado. Lo único es que quisiera que mi personaje tenga mayor rango para poder mandar al resto del escuadrón a que se busque su propia presa en vez de que eliminen a la que tenía correteando justo cuando está para el disparo de gracia. En fin, ya pronto me tocara ser el líder del escuadrón y poder instruirles que me dejen la caza a mi, y más bien me protejan la retaguardia.